La casa vieja


La casa vieja me ama, me atrapa entre sus paredes húmedas y frías, me enloquece con su olor, me cierra la puerta y mis gritos los esconde en aquellos viejos armarios dónde murió el tiempo.

La casa vieja me regala besos que fueron jóvenes, siento cómo me cuida, busca momentos donde las flores ya secas  esperan pacientes una nueva primavera.

La casa vieja pinta sus paredes de vivos colores, como si fuesen labios coquetos que me llaman cada noche para besarlos, atrapado me encuentro, no me puedo soltar de tu pecho, mis manos no son dueñas de mis deseos.

La casa vieja presume de amores, sonetos entre muros viejos.

Y pasaron los días y el sol llama a tu puerta, que no pase, que no puede pasar, que la luna duerme, que no perturben su despertar, márchate de esta casa, sólo soy una casa vieja.

La casa vieja, miente, sonríe y ríe mientras decoramos sus paredes, secretos escondidos de dos amantes que buscaban un momento de intimidad, no me persigas, devuélveme mi libertad.

La casa vieja no sabe perdonar, patios sin flores, fuentes sin agua y pájaros qué dejaron de cantar. Me marcharé cuándo duermas, sin saber si seré feliz.

Si yo fuese valiente te declararía mi amor, bajo aquel viejo árbol, en aquélla vieja casa.

Tan vieja la casa y sigue atrapando mí voluntad, soy dueño de nada y bajo las escaleras encuentro mi refugio dónde poder gritar qué soy libre para poder hablar contigo, tu sombra me persigue, tu voz me llama, tus labios me besan, tu vida se vuelve vieja y en ese caminar tus manos acarician lo qué quedó de aquél viejo amor.

La casa vieja sigue ahí, orgullosa, entera, siempre regresaré mi amor, siempre a nuestra casa vieja.



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