Mi primera vez.
Cuántas veces doblé y desdoblé aquel pequeño papel escondido bajo mi ropa interior. El día más deseado llegó, las dudas sin tener deudas se dirigieron a mi armario. Ropa sobria con sabinas, mejor ropa corta que acorten las miradas, quizás ropa cómoda. Sentada en el autobús, los autores indiscretos me hicieron sentir incómoda, demasiado perfume, mis labios sabios provocarán al predicador sentado a mi lado. Por fin mi parada, que paradoja, yo sola en un día soleado, asolado el conductor me deseo suerte. La puerta estaba abierta, cubierta por mi timidez, me presenté. Espere por favor. En esa espera, un llanto se aproximaba, sin dolor, repetía, no repetiré. Por unos segundos dudé, la puerta seguía abierta, será una niña mimada, animada me quedé. La esperan, la habitación está limpia, las sabanas manchadas de sangre fueron cambiadas. Miedos, intrigas intimas atravesaron la puerta, con gran elegancia me saludó, lo saludé, me invito a tomar una copa sin copla, bajó la luz, su ...