Me volvi salvaje

 

Me volví salvaje y tan inconveniente como la mala hierba.
Las horas pasaban en silencio, sospechaban del ruido casi mudo que sonada en la habitación de invitados.
A quien le puedo preguntar, al viejo sentado al aire fresco otoñal o tal vez a mí mismo.
Son momentos oscuros en la vida de cualquier libro, hojas que mueren si ser leídas, frases para el recuerdo y mementos de calma sobre mi almohada.
Contar versos me hace feliz, los siento como bailan antes de morir.
Un poco de calma para remar en un mar de olas que murmuran tu nombre escondido bajo mi mirada.
Te miro cuando duermes, me olvido de este mundo y cogidos de la mano amanecemos envueltos por los rayos del sol.
Calla, mi niña calla, que la noche muere, que tu alma está callada.
Calla, mi niña calla, que no hay secretos durmiendo en mi alma, no hables ni respires, sólo susurra al viento un poco de calma, un sentir, algunas lágrimas que vuelan para morir en el mar.
Calla niña calla, que todo está en silencio, que la noche está en calma.
Calla tus miedos y tus risas y también tus anhelos, que si tú hablas, el cielo se vestirá de nubes oscuras, de todos los miedos dormidos en tus sueños.
En la orilla del río hay mil peces de colores, en la orilla de tus labios miles de tímidos besos  esperan que los llamen.
Amar es perder la cordura, por unas horas, por una noche o tal vez por toda una vida.
El silencio del viento olvida las hojas que mueren cada otoño.
Silencio no es olvido.
Silencio es dejar las horas qué jueguen con el tiempo.
Y me olvido del viento que murmura a lo lejos versos.
Viento, acaricia mi rostro que sin saberlo llora por tus besos.
Que silencio más profundo, como profundo es mi aliento que se ahoga en cada suspiro.
Soy tu olvido cuando nace la luz, cuándo tengo frío.
Callado me duermo, me refugió entre tus abrazos que me dan cobijo.
Aire que vuelves cada noche, duele el olvido de tu mirada, la ausencia de tu alma.