Camila


Camila estaba desnuda, sólo las olas del mar escucharon sus lamentos. No fueron dos pasos, ni tres, diez contaron sus pies.

Camila caminaba, buscaba el amor qué nunca tuvo.

Perdida entre lágrimas, cantaba cada noche, sin público, sin aplausos, pero no le importaba, las estrellas escuchaban sus lamentos.

Me pierdo por las estrechas calles de aquella ciudad fría y solitaria.

Camila, pasaba hambre.

Los días pasaban despacio, luces qué no alumbraban ningún camino, agua que no calmaba su sed, Camila estaba en compañía de un puñado de besos, los contaba, siempre le faltaba alguno.

Los días de lluvia solía pasear, cuándo la tarde empezaba a sentir cómo el sol moría en cada paso que la llevaba a conocer una nueva luna, acariciaba su redonda cara blanca

Camila quería saber cómo besan los labios del hombre que nunca besó, sentir sus manos recorriendo cada rincón de su cuerpo, morir de placer.

Camila quería ser la mujer que nunca fue

Cambió sus corbatas, sus trajes caros, por la libertad de sus tacones y sus vestidos estrechos, gritaré mi nombre, pintaré mis labios de deseo y buscaré en la noche todo aquello que oculte frente al espejo. Quiero rosas en mi pelo, luz en mis ojos y todos los días que se marcharon sin despedirse por miedo al rechazo.

Llámame cuando quieras y hablamos como siempre con frases bordadas en mis labios, con bonitas palabras calladas, con silencios que me llenan de amor.

Camila es feliz.


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